Alicia

octubre 28, 2020



Alicia Dalila en el cuarto de las maravillas.

Acompañada de KID A y de sirenas encantadas, las cadenas de Alicia fueron perpetuas. Y mas cigarrillos después del sexo, tan simple y puro como eso. Molestada por insistir que siempre vistiera de negro, que solo hablara conmigo y nadie más... Realmente entendió que me gustaba desenfrenadamente, mejor aún, todo fue mutuo. Dándome sus mejores canciones, escribiendo sus mejores versos, realizando sus mejores dibujos. Jurandonos el no volver amar a nadie más.

Me calmo en momentos de angustia y desesperación. Con su voz variada que va desde gritos agudos y desgarradores hasta tonos suaves armoniosos.

Su capacidad de demostrar emociones y sentimientos de angustia, dolor e ira, fue siempre motivo de mi pequeño reconocimiento.

Escuchar sus simples y perfectos acordes de guitarra era lo mejor del día. Así cuando no tenía ganas de escucharle, siempre busco la manera de meterse en mi cabeza, cantar, llorar, reír y escribir con ella, hacia fácil las cosas.

Su amor por el arte era único, amaba con locura pintar y su curiosidad por mi gusto tétrico, gótico y oscuro sobre arte, música, libros y películas fue lo que me cautivo, ella realmente supo escucharme. Entendió mi mensaje
Ella se refugiaba en la soledad, la intriga, desespero, angustia y remordimiento. Tipos de inseguridades que nos acoplaban.

Quejándose siempre por su identidad. A tal manera que inculco eso en mi.
Fumigar la habitación con nicotina y refugiarnos en el rincón donde ya había espació para mi fue cómodo, acogedor y caliente.

Comíamos muy poco, no salíamos de casa a menos que se acabarán los cigarrillos, las charlas eternas en la madrugada, amanecer desnudos en el patio apreciando el hermoso resplandor entre las 6 bebiendo café fue lo más cerca que estuvimos de la felicidad.



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